El desarrollo cerebral del niño depende, en gran medida de la cantidad y calidad de los estímulos que recibe del ambiente que lo rodea y de la dedicación de las personas que lo cuidan. Por tanto, la riqueza de estímulos en intensidad, frecuencia y duración adecuada producirá un buen desarrollo del cerebro, logrando de esta forma un desarrollo armónico tanto de sí mismo como con el contexto que lo rodea.